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Santa Gracia RESERVA NACIONAL

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Tras un camino bastante calaminoso, pero del todo transitable, que serpentea entre cerros y lomajes café que, a su vez, contrastan con el celeste intenso del cielo en esta zona, un cartel anuncia la meta: "Bienvenidos a Santa Gracia, refugio de tricahues". Está a 40 km al norte de La Serena, una distancia mínima, si se piensa que paisaje y entorno cambian drásticamente con tan sólo internarse por caminos secundarios.

Solitaria, pero abordable en toda época, esta desconocida reserva es una excelente alternativa de excursión para quienes llegan a la Región de Coquimbo. En automóvil o, incluso, en bicicleta (es común que los fines de semana se organicen recorridos que en dos horas y media unen La Serena y la reserva), es posible internarse por sus caminos ripiados en busca de sus más bulliciosos habitantes: los loros tricahue. Esta es la más grande y colorida de las cuatro especies de loros que hay en Chile -alcanza los 45 cm- y el lugar, uno de sus principales refugios.

Son las quebradas de la zona las que dan cobijo para que nidifiquen, se alimenten y estén protegidos del asedio de traficantes, que los capturaban para venderlos como mascotas. Así, los loros se han convertido en uno de los principales atractivos de Santa Gracia. En los nidos ubicados en la quebrada del mismo nombre, es posible escuchar su bullicioso graznido. También se les llama loros barranqueros, porque cavan galerías donde depositan dos a tres huevos. Cerca de sus lugares de nidificación tienen loros "vigías", que gritan escandalosamente para alertar a los demás sobre algún peligro.

Con más de 10 kilómetros de extensión, en Santa Gracia es posible descubrir más de ocho especies diferentes de cactus, entre los que aparece el copao, la quisca, la napina, la tunilla y el gatito, por nombrar sólo unos pocos. También son los dominios de zorros chilla, pumas, del ratoncito degú, la yaca y la adaptada liebre. Dentro de las aves, las rapaces son el grupo más llamativo, con águilas, aguiluchos, cernícalos, peucos, tiuques, pequenes y tucuqueres.

FOTOGRAFOS AL ACECHO
Quienes disfrutan captando con sus cámaras todo detalle de la naturaleza hallarán mucho material. Aunque es necesaria paciencia.

La reserva también es la tierra del cactus sandillón -conocido como "asiento de suegra"-, que aparece como fantasma entre los matorrales y que es una especie en peligro por su peculiar valor ornamental. "Este ejemplar -señala el guía- podría tener más de 40 años y bastarían unos segundos para sacarlo de su base", mientras muestra la corona, llena de pequeñas flores que, agrupadas en racimos, una a una van abriéndose con la llegada del sol. A pesar de su aspecto rudo, con muchas espinas, es sumamente frágil y delicado.

Las flores de los cactus son consideradas por muchos las más hermosas y, en Santa Gracia, esa afirmación tiene mucho sentido. Como las del quisco coquimbano, uno de los más frecuentes en la zona, con sus llamativas flores, que permanecen abiertas día y noche. Su redondo fruto es comestible,  jugoso, aromático y muy dulce.

El guía detecta fácilmente las aves y sus posaderos habituales, como el de un pequén que espera a los afuerinos parado en un arbusto al borde del camino principal. Rapaz de hábitos diurnos y sedentarios, vive en cuevas propias o abandonadas por otros animales. Se alimenta de ratones  y aves más pequeñas.

El pequén mira fijamente a los intrusos y sorprende la rapidez con que gira su cabeza.

Se ve un peuco juvenil en busca de roedores y reptiles distraídos en los roquedos de altura.

Llama la atención lo gráciles y fáciles de observar que son las aves en Santa Gracia -exceptuando los loros-, parecieran no sentir temor e incluso, se acercan a ver a los visitantes.

En el sector de "Las Tinajas" (uno de los tres en que se divide la reserva) es posible encontrar grandes piedras ahuecadas por la erosión de las escasas lluvias, donde aparece el churqui, un arbustito flexible y carnoso. Sus ramas antaño eran usadas en construcciones a modo de varillas para fijar el adobe, denominadas "quinchas".

Ya de regreso al sendero principal, se camina por un verdadero campo minado. El guía  advierte para que nadie toque el famoso cactus gatito o chuchampe, que no tiene nada de regalón. Doloroso y ponzoñoso, utiliza sus púas como anzuelo para trasladarse en las patas de animales, en las cuales se adhiere fuertemente al cojín.

Pude constatar esto personalmente y aunque no serví de vehículo polinizador, me llevé un terrible dolor en los tobillos.

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